Alexander “Sawney” Beane (o Bean) nace en el seno de una familia granjera a las afueras de Edimburgo, cerca de la costa oeste de Escocia, a finales del siglo XVI. Acompañado de su mujer, abandona el hogar siendo muy joven e inician un viaje hacia el lado opuesto del país. En mitad de la travesía deciden ocultarse en una profunda caverna. La entrada era una pequeña grieta a través de la cual se extendía una cueva de alrededor de una milla. Sin saberlo, esta caverna le serviría como hogar a los Beane durante los siguientes veinticinco años.
Durante un cuarto de siglo, desaparecieron viajeros en las extensiones rocosas de Galloway; lo único que se encontraba de los desaparecidos eran algunos restos, partes de los cuerpos halladas ocasionalmente en la costa, despojos que los Beane no solían consumir y arrojaban al mar. Estos restos humanos suscitaban las más diferentes teorías. Una explicación era descabellada: podría ser que los terrenos rocosos estuvieran habitados por hombres lobo o demonios. Otra era que los viajantes podrían estar siendo atacados por una manada de lobos; sin embargo, ésta hipótesis no se sostuvo durante mucho tiempo, pues no sólo desaparecían individuos que viajaban solos, sino también grupos de cuatro, cinco e incluso seis personas. Aunque, eso sí, nunca atacaban a más de dos si iban a caballo. Eran muy cuidadosos, asegurándose las posibles vías de escape y nunca dejaban a nadie con vida.
Con el tiempo surgió otra hipótesis: que algún posadero debía ejecutarlos mientras dormían y enterrarlos en un sitio aislado para no ser descubierto. Esto ocasionó muchos juicios a inocentes que, según la tradición de la época, eran torturados hasta que se les arrancaba una confesión de culpabilidad y posteriormente eran ejecutados. Gran cantidad de posaderos inocentes fueron asesinados por este motivo y muchos otros abandonaron su trabajo por miedo a ser los siguientes. Esto ocasionó que la zona se volviese aún más desierta y el tránsito de mercaderes y viajeros descendiera. Una tarde, un grupo de treinta personas regresaba a casa tras haber pasado el día fuera, cuando escucharon unos gritos delante de ellos. Al llegar al lugar del tumulto, se encontraron con un hombre que se defendía pistola en mano contra una banda de atacantes de aspecto salvaje. Cerca de él yacía su mujer en el suelo, destripada, mientras algunos de los atacantes le arrancaban pedazos de carne y se la comían cruda. Las mujeres del clan le habían cortado el cuello y bebían su sangre. El hombre, temeroso de correr su misma suerte, se defendía desesperadamente con su pistola y su espada contra una turba de treinta hombres del clan. Los viajeros, atónitos, no podían creer lo que veían. Al ser descubiertos, el clan de los Beane huyó hacia las colinas. Ya existían pruebas sobre las misteriosas desapariciones.
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